jueves, 8 de noviembre de 2007

Canción del Pasado III

Se pararon por enésima vez para comprobar uno de los túneles en medio de un cruce, uno de los mineros se chupó el dedo y lo alzó en el aire, asintió gravemente y les indicó que continuaran por el túnel de la izquierda. Éste descendía de una forma más inclinada para hacer un descenso escalonado por amplios descansillos. Uno de ellos estaba abierto a una sala desde la que partían raíles hacía otros túneles, una vagoneta abandonada se hallaba tumbada en medio de lo que había sido un combate entre skavens y goblins. Aquello era reciente y puso en alerta a los componentes de la expedición. Avanzaron por la sala despacio, la entrada a las vetas no se hallaba muy lejos y no querían atraer atenciones indeseadas. Sus pisadas apenas resonaron en las paredes de la sala, dónde la humedad apenas reinaba y el áspero polvo que cubría gran parte del suelo y objetos tirados, ahora removido parcialmente por la reyerta flotaba suspendido en el cargado aire del ambiente.

Entonces, cuando estaban enfilando el túnel final un estruendo resonó y una sección de la pared se derrumbó mostrando a unos escavadores skaven, quienes sorprendidos comenzaron a lanzar chillidos y el aire se llenaba de un olor almizclado dulzón. Los enanos, tomaron posiciones y vieron cómo del interior del nuevo túnel aparecían tres terribles ratas-ogro que se lanzaron frenéticas al ver a los enanos, el matador, de inmediato se lanzó a la refriega, cercenando una pata descomunal llena de afiladas garras tan largas como cuchillos. Esquivó la siguiente acometida dando un pequeño salto hacía atrás y rodando hacía su derecha hendió el flanco de la bestia para esparcir su viscosa sangre negra y sus humeantes entrañas por el piso del lugar. Mientras del interior comenzaban a salir sin parar una horda de skavens peludos y malolientes con sus chillidos molestos, armados y cargando con sus fauces babeantes abiertas en las que mostraban sus dientes amarillentos. Los enanos les recibieron con disciplina, orden y buen acero frío. Pronto se vieron rodeados por completo y presionados por un creciente número de adversarios. El matador se hallaba rodeado de cadáveres y hostigado sin cesar por la última rata-ogro y varios guerreros alimaña, separado del resto por una ingente cantidad de skavens. Kurvar vio cómo Svarg era acuchillado por varios skavens que le saltaron encima, derribado por el simple peso de la superioridad numérica pero sin cesar de hendir su hacha en los cuerpos de sus enemigos. Su mirada se cruzó con la de Kurvar y unas palabras mudas se intercambiaron en aquella mirada, Kurvar sabía lo que tenía que hacer. Con un feroz grito y desafío, reunió a los enanos en torno suya mientras el ingeniero hacía estallar un par de sus bombas despejando el camino temporalmente. Avanzaron como un bloque y se dirigieron a una sección desconocida de la sala, por un túnel abandonado hacía muchísimos años.

Combatiendo sin cesar, uno de los skavens lanzó una perniciosa esfera verdosa que estalló y envolvió al ingeniero en su mortífero contenido haciéndole caer al suelo en medio de convulsiones y un creciente charco de sángrelos gritos y gemidos de agonía y muerte reinaban en la sala, las armas relucían empapadas de sangre. Muchos juramentos se lanzaron y una carga de los skavens se vio destrozada por la repentina explosión de una bomba que el fallecido ingeniero había preparado para lanzar antes de morir. Eso les dio el tiempo justo para manipular un panel oculto y traspasarlo en medio de una espesa cortina de humo y piedras volando, el olor a pelo y carne quemado. Lo último que vio Kurvar fue al matador sucumbiendo tras matar a la última rata-ogro y muchos enemigos más, mientras era traspasado por una docena o más de cimitarras, que sin duda hubieran superado y matado a todos los de la expedición si no hubiera estado allí presente el matador. Kurvar juró llevar el testigo de su heroica muerte a las salas de Khufbar.

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