domingo, 4 de noviembre de 2007

Canción del Pasado I

Kurgnor Kurvargsson, EscudoFiel


La expedición había salido de Zhufbar en dirección a las minas de Karak-Varn. Lo componían un buen número de mineros, un sacerdote rúnico, un ingeniero, un matador y una escolta de guerreros de clan. Ninguno de ellos era un barbacorta, todos bien expertos y veteranos en sus respectivos gremios y quehaceres, al lugar al que iban no era para jóvenes inexpertos, muy dados a la jovialidad y el entusiasmo desmedido.

Cargados con todo los aparejos y provisiones habían salido de la fortaleza enana antes del anochecer y caminaban atentos y alertas en la noche con la única guía de sus afinados sentidos y si ninguna luz encendida. Malolientes orcos y sucios Skavens moraban y acechaban en cada rincón por lo que cualquier precaución era poca, aunque no existía el miedo en ninguno de los corazones de los enanos componentes de aquella expedición.

La noche era oscura pues ninguna de las dos lunas mostraba apenas luz que arrojar en medio de la noche. La tenue luz de las titilantes estrellas dejaba algo de luminosidad y ayudaba a que el cielo estaba despejado de nubes. Abajo, en la tierra que resonaba tenuemente por el pisar de las botas reforzadas de metal de los enanos, la comitiva continuaba su implacable y decidido avance. Karak-Varn se hallaba a un día de camino de la fortaleza de Zhufbar, pero aún así no era una travesía fácil ni exenta de peligros.


La noche había transcurrido sin incidentes, mientras en las colinas y vegetación cercana se escucha el trajín nocturno de las bestias y moradores oscuros de aquellos lugares en medio de su particular cacería. Esta vez se habían entretenido entre ellos, dejando libre el paso a los enanos. Mientras la tibia luz del sol aparecía por el horizonte, bañando de un rojo carmesí con un naranja fuego las cimas de las montañas que dejaban atrás, la silueta de las ruinas de Karak-Varn.

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