martes, 6 de noviembre de 2007

Canción del Pasado II

Mientras recorrían el camino pedregoso que llevaba hasta la entrada, observaban con pesar y lanzaban maldiciones y juramentos, pues allí y allá se veían signo de la corrupción y la mancillación de los impíos y despreciables seres a las ancestrales obras de los enanos, hechas con pericia y mano firme. A medida que se acercaban, la sangre se encendía y sus armas comenzaban a tener sed de sangre enemiga. Pero en sus mentes estaba claro cuál era su deber, aunque sin duda sus enemigos les acecharían en los túneles y podrían dar rienda suelta a su justa cólera.

Entraron por un acceso secreto lateral, mientras Svarg puñopetreo operaba el mecanismo, el resto se congregó alrededor, inquietos y recelosos, mientras una suave brisa removía la escasa hierba de los alrededores y el tintineo de huesos de los colgantes abandonados resonaban por los rincones. A lo lejos comenzaron a encenderse varias fogatas entre las colinas de los alrededores y el rítmico sonido de tambores resonaba en el lugar. Rápidamente colocaron sus manos en sus armas, preparados para cualquier contingencia, entonces el ruido sordo del deslizar de piedra contra piedra les calmó ligeramente. Entraron en un disciplinado orden al interior para, al poco tiempo, cerrarse la puerta secreta detrás de ellos.

La milenaria luz de las joyas incrustadas en los laterales del pasillo reverberaron en la oscuridad dándole todo un ligero matiz verdoso al que todos los presentes se hallaban acostumbrados. A una señal de Svarg comenzaron a moverse por los tallados pasajes de piedra. Mirando a todos lados, alertas, el cuerpo en tensión y la respiración retenida para que el ruido y la presencia de la expedición pasase lo más desapercibida posible. Avanzaban un par de mineros, investigando y comprobando que el camino estuviera libre para, a continuación hacer señales al resto para que avanzase. A pesar de ello hubo tiempo para admirar las amplías salas talladas en la roca viva de la montaña y moldeadas por manos expertas y artesanas. Los rostros estaban ceñudos al pensar en las manos en las que estaba aquél lugar y las tallas desfiguradas que había en el lugar.

Teniendo aquello en mente, escudriñaron la oscuridad mientras seguían descendiendo por cámaras y túneles bien conocidos. Dejando cada vez más lejos, internándose en lo profundo de la tierra, llegaron a una bifurcación en la que uno de los pasajes estaba obstruido. Mesándose la tupida barba, Hirnur Picofuerte estudió el lugar y con voz ronca y pétrea anunció que aquello era provocado. Un sentimiento de consternación y de rabia recorrió al grupo entero. Tendrían que arriesgarse por el otro túnel y afrontar los peligros que acechaban en aquél inhóspito lugar. Con la convicción y firmezas propias de cualquier enano que se precie de serlo comenzaron a recorrer el angosto pasillo que descendía suavemente en la oscuridad. Algunas de las gemas estaban rotas y otras habían desaparecido, dejando algunas zonas en tinieblas constantes. No siendo eso un impedimento para que tuvieran que disminuir la marcha, las armas se hallaban desnudas y listas para ser empuñadas, pues a partir de aquél momento entraban en la zona que ocupaba un clan de goblins.

Aquél túnel se bifurcaba más y obligaba a dar un pequeño rodeo antes de encarar directamente el túnel que daba acceso a una de las vetas de rico mineral. Buscaban una sección de varios túneles, estaban algo ocultos por varios derrumbes controlados, pasajes secretos y runas. En aquél lugar había rico mineral de hierro y de gromril, aparte de una floreciente veta de oro por terminar de encontrar y empezar a explotar. El lugar era nuevo relativamente hablando, pero dada su riqueza había sido ocultado y mantenido con el mayor de los celos

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