miércoles, 30 de mayo de 2007

Eterno Caminar

La noche era estrellada, cuajado el firmamente de brillantes puntos pálidos en el manto nocturno. Un espeso manto que cubría aquellos parajes, solitarios y algo alejados de los caminos, cerca de las montañas del norte. Hacía algo de frío pues ya se acercaba el gélido abrazo del invierno, mostrándo los árboles sus claros mensajes previos a su llegada mostrándo sus ramas cómo brazos desnudos. Los animales estaban quietos en su mayoría en la seguridad de sus madrigueras, ajenos a lo que acontecía unos metros más allá de ellas. Un punto luminoso, en el suelo en vez de en el cielo.Allí una figura ataviada con pesados ropajes, recia armadura y refunfuñando intentaba alejar el frío de sus helados huesos que habían conocido muchos inviernos. Alzó la vista hasta el despejado cielo contemplando con recelo el pálido Ojo de Onnotangu que vigilaba con fiereza todo lo que acontecía debajo suya. Con un escalofrío desvió su mirada hacia un bulto alargado que se movía con regularidad y sacudió la cabeza desalentado. Era su discípulo, recogido no hacía ni un año atrás. Pesarosos recuerdos atravesaron su mente y la tristeza acudió a su rostro que se reflejó apenas unos instantes antes de relegar, pensamientos y tristeza a su interior, tal era ya su costumbre y su entrenamiento. El bulto, el discípulo era una pequeña, una joven que había perdido su hogar en las llamas. Ella se había escapado a jugar a pesar de que se lo habían prohibido, pues unos bandidos habían acechado los alrededores y cometido estragos. A pesar de todo ella quería ver de nuevo ese estanque dónde los cervatillos íban a beber agua en su fresco manantial. La joven se agitó en sueños y el experimentado samurai arrugó el ceño y miró de reojo alerta y preocupado, al volver a tranquilizarse el samurai se relajó y volvió a remover las llamas para avivarlas. -Una noche de recuerdos,amargos recuerdos dignos de pesadillas- cruzó por la mente del samurai. Él era Gekutsu, su apellido lo había dejado atrás para emprender viaje, un viaje de instrospección interior pues esos amargos recuerdos fueron en su día acontecimientos desagradables que le obligaron a tomar aquella decisión.Aquella íba a ser otra mala noche de insomnio. A la mañana siguiente la pequeña estaba sonriente comiendo su ración de arroz hervido con algas moviendo con alegría sus pequeñas piernas y mirando el curtido rostro del samurai que como siempre se hallaba taciturno y sumido en sus pensamientos. Sabía que dentro de no mucho estarían practicando de nuevo los movimientos y aprendiendo lecciones que le resultaban muy duras, pero se había prometido a sí misma que no se rendiría, no, ni lloraría, se lo habia prometido a sus padres en silencio el día después del incendio y en el momento que había conocido a su sensei, poco antes de librarse de una muerte segura a manos de unos desconocidos de aspecto andrajoso.
El entrenamiento continuaba mientras los recuerdos de la pequeña seguían aflorando a la mente de la pequeña Ishiko, nombre que no era el suyo realmente. Se lo había otorgado su ahora sensei después de la tragedia de su hogar.El otro nombre no quería recordarlo, los recuerdos de aquellos terroríficos momentos volvían con más fuerza aún. Un golpe el el hombro la sacó de sus ensoñaciones. Miró al rostro serio de su sensei, un par de veces le había oído hablar y no fueron muy extensas sus palabras. Centró su atención en el bokken y las lecciones de aquél día. La pequeña tenía mucho talento, pero se distraía con demasiada facilidad, eso era lo que pasaba por la mente ,en ese momento, del sensei. Oteaba los alrededores, apenas consciente de la excelente mañana que había ese día. Fuego..., llamaradas rojas como la sangre ardían por doquier en el castillo y sus alrededores, el pequeño poblado situado en las cercanías estaba ya casi consumido. Se había acercado allí por la recomendación de un agradable monje con el que había compartido su comida.Le dijo que aquél lugar era muy hospitalario y agradable. Ya no... Atravesó los restos del poblado en dirección al castillo, pasando al lado de cadaveres de hombres, mujeres, niños...daba igual no habían hecho distinción,...bueno alguna sí, pero para provocar más sufrimiento aún. Algunos de los cadáveres habían quedado cerca de las casas y estaban medio consumidos.Recorrió el poblado rápidamente. A la salida escuchó ruido de combate no muy lejos de allí, apretó el paso katana en mano en dirección a los sonidos.Atravesando las puertas abiertas con los cuerpos sin vida de los guardianes caidos en medio de charcos de su propia sangre vió en el patio de armas cómo uno de los defensores sostenía su arma con una mano, la otra inerte protegiendo una pequeña puerta. Sus atacantes eran tres, con lanzas y estaban jugando con el samurai herido. Vestían de forma desarrapada, con piezas sueltas de armadura, pero no eran poco hábiles en el manejo de sus armas. Una voz se escuchó desde una de las ventanas y tras mirarse entre ellos sonrieron y acabaron con aquel cruel juego, dándo muerte al samurai sin mayores contemplaciones. El cuerpo cayó pesadamente a un lado, pero aún en la muerte servía con su propósito original y obstaculizaba la entrada, así que aquellos bandidos se tuvieron que demorar un poco más hasta poder despejar la puerta. El tiempo necesario para que Gekutsu llegara hasta ellos. Se volvieron sorprendidos de verle allí, reaccionaron rápido pero en cuanto el primero de ellos tocó su arma ya estaba muerto y el segundo apenas tuvo tiempo de esgrimirla antes de acabar igual que su compañero. El tercero dió un salto atrás y esquivó la acometida lanzando una serie de ataques cortos y rápidos, pero un corte primero le dejó sin lanza y el siguiente le seccionó el cuello. Sin apenas mirar los cuerpos caidos de los bandidos se acercó hasta la puerta y tras una breve inspección y forcejeo la abrió. Restos del humo llegaban hasta allí dándole un toque a todo a quemado.El mobiliario allí todavía estaba intacto, pero se podía oir a las vigas crujir por el peso que estaban soportando de más, aquello no tardaría mucho en ceder. Era un sótano, un almacen de los muchos que allí habría. Lleno de sacos de comida y algunos aperos de cocina, botellas de sake y barriles con hojas de té.Había abundante polvo y algunas telarañas incluso, tras mirar un poco más la estancia descubrió una escalera y una puerta, había dos salidas allí. Tras elegir las escaleras subió los gastados escalones de madera hasta un panel correrizo, lo deslizó con un gesto y siguió avanzando a traves del tatami.Allí seguían los signos de lucha acontecida bastantes momentos atrás y sus resultados a la vista. Paneles rotos, trozos de papel flotando al viento, manchas de sangre y cuerpos rotos como muñecas abandonadas. Había algunos asaltantes entre los caídos, pero eran minoría. -Deben de haber atacado por sorpresa y en gran número, bien coordinados y con alguién desde dentro seguramente.es algo más que un trabajo de bandidos Con ese pensamiento tensando aún más su cuerpo y con sus sentidos muy alertas siguió avanzando y subiendo escaleras, siguendo el rastro principal de aquella cruenta lucha.Tras un buen rato y tener que rodear varios pasillos por las llamas o el humo llegó hasta lo que parecían los aposentos de los señores de aquél lugar. El número de guardias muertos allí era mucho mayor, a la par que también crecía el de los bandidos.Habían ofrecido una férrea defensa pero no suficiente al parecer. Sorteando los cuerpos avanzó hacia las diferentes habitaciones,hallando al señor del castillo rodeado de sus guardias y muchos bandidos abatidos por su propia mano antes de caer él mismo. Su esposa yacía junto a la mayoría de las doncellas en un conjunto de habitaciones aparte.Lo que allí vió le hizo hervir la sangre y apartó la vista de inmediato, semejante ultraje no podía quedar sin castigo.Siguiendo su recorrido continuaba escuchando el crepitar de las llamas y el crujir de la madera siendo consumida, no le restaba mucho tiempo. En los cuartos de los niños halló a todos torturados y ejecutados sin miramientos, pero en uno de ellos no encontró cuerpo alguno, a pesar de estar todo revuelto. -Así que eso era... Continuando su busqueda con más ahinco y empeño terminó volviendo sobre sus pasos hacia el sótano por el que había accedido.Se dirigió hacia la puerta y con muchos esfuerzos tuvo que terminar derribándola para poder acceder a un tunel toscamente excavado, con vigas de madera y algunos refuerzos en metal , angosto pasillo por el que tenía que ir encorvado y por tanto su marcha no muy rápida. Había signos de reciente paso y numeroso por allí.Tras un tiempo que no pudo escuchar en la semipenumbra que en ese lugar reinaba, fruto de pequeños farolillos dispuestos cada bastante trecho pudo al fin hallar el final de aquél tunel. Con una brillante luz encegadora, se escuchaba el alboroto de muchas voces buscando algo y discutiendo entre sí. Al salir de allí con cautela, vió una pequeña ladera de hierba corta que descendía suavemente hasta una pequeña pradera con un bosquecillo en medio, bastantes rocas de gran tamaño salpicaban el terreno de forma aleatoria. No muy lejos de allí un amplio campamento se desplegaba con hombres dispuestos en la vigilancia y otros recorriéndolo de forma indolente. Más lejos se distingían las formas de siluetas recortadas acercándose al bosquecillo. -El tiempo apremia

Ritual

Los rayos de Amateratsu brillaban con fuerza mientras estaba sentada en una de las ramas principales de mi árbol favorito. Había estado ejercitándome duramente, mi pecho subía y bajaba con rapidez. Aún no me había recuperado, una intensa carrera que disfrutaba en mi descanso. Necesitaba pensar, meditar, la mano me picaba mucho, pero lo ignoré, ignoraba todo, todo a mi alrededor. El momento crucial estaba cerca, por el que había invertido horas de duro esfuerzo, falta de sueño, protestas que quedaban atrás bajo la atenta y severa mirada de mi sensei. Mi madre siempre lejos, nunca presente, su ausencia era mi compañía. Ya ni siquiera mi hermana jugaba conmigo, apenas tenía tiempo, todo era entrenamiento, meditación, preparación. Y daba lo mejor que tenía dentro, luchando por mejorar, esforzarme y superarme. -“Un, dos, tres…Diez!...”-resonaba mi voz juvenil en mi mente. -“Otra vez!...”- Fue la respuesta inclemente de mi sensei. Unos pasos resonaban en la extensa llanura, haciendo resonar la hierba que se mecía, doblegándose a la voluntad caprichosa de los vientos que soplaban. Me giré y parpadeé, pues me sorprendió ver a mi hermana allí, altiva y severa, mirándome con dureza, parecía enfadada y de las veces que nunca la había visto. -“Baja ahora mismo, deja de comportarte como una niña” Me negué en redondo, agité mi cabeza y mis cabellos salieron disparados hacía un lado y otro. Eso le irritó más aún de lo que estaba, no entendía nada, se agachó y esgrimiendo una piedra como amenaza volvió a gritar. -“¡Baja he dicho!, soy la mayor y me tienes que obedecer”- ante mi negativa la piedra voló rauda surcando con presteza el espacio que nos separaba. Sentí el impacto en mi hombro, perdí el equilibrio y me fui deslizando hasta el suelo, sintiendo cómo caía flotando en el aire hasta que cerré los ojos inundados estos por una ráfaga de estrellas blancas. Me sentía muy mareada, el kimono se había estropeado. Sentí unas fuertes manos que me incorporaban, una dulce voz grave que me atendía. Abrí los ojos, era Akodo Itsu, un joven bushi de la guardia que me agradaba especialmente y hacía que se acelerase mi corazón en su presencia. Me ayudó a volver, mientras conversamos. -“No deberías ser tan traviesa, ya casi eres mayor, tú gempukku es dentro de dos días ¿verdad?” Asentí, observándole en silencio, con una pequeña sonrisa, y guardándome el dolor que sentía en el hombro. -“Ah.., bien. Serás una buena samuraiko, lo sé. Esta tarde salgo para la frontera, es nuestro turno de patrulla, venía a desearte suerte” Sentí pena de repente, todo lo que me ilusionaba se marchaba, no era amor lo que sentía, pero sí un apego profundo por aquél joven. Con el tiempo seguro que cambiaría a ese sentimiento. -“Tu hermana se me ha declarado, eso no es posible, por eso me mandan fuera. La he rechazado” -Así que era eso- Akodo Itsu pasaba bastante tiempo conmigo, dentro del que podía y sospechaba las razones del enfado y reacción de mi hermana, que al parecer se había marchado corriendo. Llegamos al castillo y me llevaron ante mi madre, que estaba furiosa, bajé la cabeza sumisa y aguanté la tormenta que se había desatado. No acusé a mi hermana y ni siquiera la mencioné. -Lealtad- Soporté con estoicismo el castigo impuesto, preparándome para mi gempukku, cuando volviese Akodo Itsu me vería radiante y haríamos guardias juntos, sería estupendo. La noche pasó y la víspera de mi gempukku lo pasé meditando, ultimando mis ejercicios y preparándome para las pruebas a las que me someterían. Llegó el tan ansiado día, estaba muy nerviosa, contenta al fin. Me había despertado temprano y empezado a prepararme enseguida, con mucho tiempo por delante. Me vestí para la ocasión, con ropas elegantes, formales, mi rebelde pelo bien sujeto. Mientras caminaba para encontrarme con mi sensei un mensajero llegó, escuché las noticias que traía. La patrulla había sido asaltada, casi todos habían muerto defendiendo a un gran general, me quedé helada, rompiéndome en pedazos. Tomé entonces la firme determinación de lograr pasar mi gempukku, no fallaría, no defraudaría su memoria. -Sacrificio- Había llegado mi turno, avanzaba por el tatami, observando los rostros que conocía en aquella sala. Mi hermana, con rostro severo pero los ojos acuosos, debía haberse enterado también. Mi madre firme e impasible me miró fijamente, me estiré con orgullo y algo de desafío, asintió satisfecha, pero no ví lo que necesitaba, una sonrisa. Mi sensei, estricta y grave, cuando apenas quedaba para pasarla, una leve, levísima sonrisa, mi corazón se inflamó, era lo último que necesitaba para ese día, ese momento. Me paré y cerré los ojos, saludé formalmente. -“Soy Imishisa, hija de Akodo Arami-sama, hija de Akodo Tsubeju-sama, hijo de Akodo Katsui-sama…fieles samurai, honrados en su día al poder servir a este noble Clan” El viento apenas se movía, nada se pronunciaba, mientras me movía ejecutando las katas, ya había pasado el resto de las pruebas, quedaba esta, al parecer la más importante. Mi katana se movía con rapidez, subía y bajaba, mis pies se deslizaban a la parque mi pecho subía y bajaba al ritmo de mis movimientos. Mis cabellos eran la estela de mi cuerpo siguiéndolo allá donde éste fuese. Ejecutaba cada movimiento sin pensar, mis pensamientos estaban con el recuerdo de vivos y fallecidos, sentía la gentíl mano de Itsu guiándome con su sonrisa, sentía la firme fuerza de mi sensei sujetándome. Un pajarillo apareció en la ventana, un trino, un único trino sonó y entonces me desplacé, moví los pies rápidamente, corriendo, estiré el brazo cuan largo era y como una estela de fuego mis cabellos, mi kimono susurrando, cogí impulso y salté, volé por unos instantes, girando en el aire. La kata era compleja, uní ambos brazos, sujetando la katana, uniendo cuerpo y mente en ese único golpe. Al aterrizar, en cuanto toqué el suelo el golpe estaba ejecutado, preciso, sin mover nada de mi cuerpo, una gota de sudor cayó, pesada como el plomo, cristalina y brillante como un rayo de sol, cayó en mi pie derecho. Había estado recogiendo las gotas que saltaban, nada manchaba el tatami, así como nada manchaba mi alma. -Honor- Fui aceptada, se me pidió un nombre, me erguí por completo, fuerte, enérgicamente alcé la voz para decir con orgullo lo que guardaba dentro de mí. -“Yo soy Akodo Iwame, hija de Akodo Arami-sama, que los Ancestros sean mis guías, que los Ancestros sean mis jueces, que los Ancestros sean la fuerza de mis brazos, que los Ancestros sean mi camino hasta el día que a ellos retorne, a ellos les debo lo que soy, a ellos les devolveré lo que es suyo, a ellos les sirvo a través de sus descendientes hasta mi muerte” -Juramento-

martes, 29 de mayo de 2007

Noches de Sueño

Las estrellas brillan en el firmamento
tus ojos estan cerrados mientras te observo.
Sonrisas vienen a mi rostro
al sentirme feliz estando tú cerca.
Velo de noche que son tus cabellos
estrellas brillantes que son tus ojos
amanecer de sonrisa que son tus labios
Cada despertar es un amanecer
cada noche un sueño eterno.

Senderos

Busca la guía, no ha llegado
la noche se ilumina, el cielo
oscurece todo a su alrededor
Sigue la senda, no te desvies
No está claro el camino
y es fácil perderse.
Eterna luz que no llega
en la noche que nos cubre
un camino que seguir
un sendero que no acaba
Y ¿cuando amanece?
La luz de un nuevo día
llega en el amanecer
de su sonrisa, esa sonrisa
que llena de luz cada mañana
al despertar a su lado.
Sigue la senda...